Nota en la Jornada de Oriente (22/09/14)
"Sierra Norte: defensa y amenaza al territorio"
Aurelio Fernández
Se
escuchaba el agua por todas partes durante esa bajada de aguda pendiente que
duró casi dos horas. Los indígenas cuetzaltecos y de otros municipios bajaban
como lo hacen todos los días en estas comunidades que no conocen las planicies.
Se trataba de personas jóvenes, de mediana edad y mayores; masehuales y
coyomes, que habían sido comisionados para hacer un recorrido hasta el río
Apulco para conocer las actividades que dependencias federales, estatales y
empresas particulares están llevando a cabo en esta región con la finalidad de
tratar de instalar una mina de nombre Atexcaco I.
Los
coyomes –los no indígenas– que viven en Cuetzalan, Tlatlahuquitepec y las
entidades amenazadas por la minera también se desplazaban con soltura pisando
piedras húmedas o sueltas, pero los fuereños verdaderos castigábamos las
rodillas a la bajada, tanto como los músculos de las piernas en una cuesta que
va de los mil 400 a los 750 metros sobre el nivel del mar.
En
decenas y decenas de comunidades regionales, casi todas indígenas pero también
mestizas, ha crecido la organización para resistir al embate de los gobiernos
que entregaron sin recato una concesión a la Minera Autlán. Desde hace meses se
fueron formando comités locales llamados de Defensa del Territorio, que
proliferaron ante la noticia de la pretensión minera y la oleada organizacional
de los grupos serranos, que son muchos, diversos, pero muy eficientes en sus
resultados, a juzgar por lo que hoy se ve. Hoy día hay miles de personas
movilizadas permanentemente en la Sierra Norte contra las mineras y las
empresas que pretenden construir hidroeléctricas, y muy especialmente en esta
parte entre Tlatlahuqui y Cuetzalan, conocida como el Aretón.
El
paisaje es sobrecogedor; la vegetación parece de libro de texto por su
abundancia y hermosura. Aquí la vida parece no tener problemas. Enormes árboles
de coníferas y encinares primero, sustituidos al bajar por caobas, cedros,
chalahuites, pesmas incomparables, chacas enormes, liquidámbares, matacaballos
e innumerables especies menores de una vegetación extraordinaria que alberga, a
su vez, a especies animales en peligro de extinción. Todo está en peligro
ahora, en virtud de los propósitos productivistas/destructivos que los
amenazan.
Los
campesinos siembran de manera intercalada entre estos bosques y selva, algunas
matas de café, mangos, bambú, caña, chirimoya, plátanos, pimienta –el producto
más importante para la economía local junto con el café– sin destruir el
equilibrio del ecosistema local, bajo un modelo productivo que en el idioma
náhuatl se llama kuojtakiloyan.
Encontramos
diversos rastros de las visitas hechas por los interesados en hacer la mina,
quienes se presentan cuando se les descubre porque suelen no pedir permiso como
empleados de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, Semarnat.
Puede ser que algunos lo sean, porque sus trayectos están bien trazados, si
atendemos a las marcas dejadas por ellos y reportadas por los habitantes de esa
microcuenca de la que forma parte la presa de La Soledad, en Mazatepec. Hay
otros personeros de la empresa que deambulan por los parajes mencionados,
recogiendo muestras de todo tipo, y nadie sabe si son geólogos o piratas de la
bioprospección, pero no piden permiso a la gente para hacerlo; por eso los echan
de allí cuando los sorprenden. Hace mucho que no van, no así los helicópteros,
que con frecuencia vuelan entre los riscos que flanquean el río Apulco.
Parece
que la Federación ha puesto en marcha sus fuerzas para abrir paso a este
esfuerzo privatizador. Coincidimos con una camioneta, con placas de Chiapas,
que se acercaba a poblaciones de Xocoyolo. ¿Qué vienen a hacer?, preguntó el
grupo; vamos a formar comités para la Cruzada contra el Hambre. ¿No viene a
promover la mina. No, dijeron, pero se les advirtió que estarían siendo
observados. Nadie les cree, porque ya están repartiendo recursos y hasta casas
a los principales; no puede ser que no vayan por la ruta de dividir a los
pueblos y comprar o condicionar conciencias. La gente lo sabe. Hay también algún
grupo que se presenta como defensor de los indígenas, pero se dedica a fomentar
la división; reparten tabicones, cemento, láminas, para conseguir la atención
de la gente, aunque hasta la fecha no han logrado menguar el frente de
resistencia.
La
compañía GESA distribuye un video en las comunidades del río Zempoala para
convencerlos de que la hidroeléctrica que pretenden construir “no es un
proyecto de muerte”, porque no servirá a las mineras; “toda la energía
eléctrica se entregará a la Comisión Federal de Electricidad”, dice su
promocional, como si la CFE no estuviera al servicio de las grandes empresas;
además, han contratado empleados para que convenzan y asusten a la gente,
descalificando, también, a los organizadores de la resistencia, con infamias del
más diverso tipo. “Es un negocio en el que están metidos los del gobierno del
estado”, asegura una compañera integrante de los comités de defensa. Los de la
Secretaría de Gobierno del estado han estado llamando a los presidentes
municipales a cuyos terrenos afecta la hidroeléctrica, para presionarlos y
chantajearlos con no darles los recursos públicos que les corresponden,
sostiene.
Sorprende la claridad,
convicción e información con la que cuentan los comités de defensa territorial.
Se conoce bien el área donde empezaría Minera Autlán, si es que consigue los
permisos que le faltan y no se topan con la resistencia infranqueable de los
habitantes. La conocen porque la han estudiado, han visto los permisos de la
Secretaría de Economía y los cantinflescos manifiestos de impacto ambiental.
Hablan con alarma de lo ocurrido en Sonora con el derrame de sustancias
contaminantes y los enormes daños que está produciendo a la gente y al medio
ambiente. Trabajan cotidianamente informando y discutiendo con sus coterráneos.
Lo que está claro es que estamos viviendo un proceso de cambios acelerados en
los que la población se organiza y multiplica sus fuerzas para enfrentarse no
solo con las empresas que pretenden apropiarse de sus tierras para sacar de
ellas toda la riqueza que puedan, a costa de la destrucción de lo que sea, sino
también, y en primer lugar, con los gobiernos que parecen empleados de esas
empresas; para eso están hechas las leyes secundarias recientemente aprobadas.
Este será el México del futuro inmediato.
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